mis relatos

Linda

Se hacía llamar Linda pero su verdadero nombre era Gloria, me dijo que era una chica muy ocupada, y creí que se refería a un par de horas extra en la oficina y luego alguna que otra hora de gimnasio en la tarde, sus curvas merecían un cuidado especial, pensé. Sin embargo me contó que en la mañana trabajaba como profesora de manejo de motos en la academia Super Mario, en la tarde hacía promociones callejeras de cosméticos y perfumes, luego volvía a su casa donde tiraba las cartas de tarot por teléfono, al tiempo que cuidaba los niños de su vecina, un niño de 8 y una niña de 5, adorables a no ser cuando se peleaban por el control remoto. En cuanto a los fines de semana tampoco perdía el tiempo, pues mientras que en la mañana paseaba perros tamaño mediano por las plazas de pocitos (preferentemente de raza pastor alemán, pues había tenido uno cuando niña y lo adoraba), en la tarde oficiaba como delivery en bicicleta de empanadas La pequeña Lulu.

Nos habíamos conocido en la parada del ómnibus, ella retornaba a Pocitos luego de una entrevista para promotora de churros La Manola, y yo volvía a mi apartamento en el Cordón, luego de mi turno como cajero en el Super El Callejón. ¿De qué charlamos? , ah si, de cuanto demoraba el 121, que con el calor se notaba más, luego intercambiamos celulares con la excusa de avisarle cuando en el super tomaran cajeras, pues ella había manejado la caja en el boliche Fray Mocho y tenía experiencia y buenas referencias. Luego fue cuando me contó de sus trabajos actuales y de sus planes a futuro: estudiar ballet clásico, recorrer el mundo y unirse al Bolshoi.

Pero no me decidí a llamarla hasta el fin de semana, cuando era mi día libre, y la invité a tomar una cerveza bien fría, pues este verano ha venido más cálido que de costumbre. Ella aceptó inmediatamente y presentí que todo marchaba sobre ruedas, así que nos encontramos unas horas más tarde en el viejo boliche La Canoa, a poco del faro de Punta Carretas. Recuerdo que sentí desde un primer momento que había onda, complicidad, lo cual fue una constante en nuestro encuentro. La brisa marina nos despeinaba suavemente mientras tocábamos temas de su bebida preferida, la caipirinha desde que veraneó en el Chuy con sus amigas para festejar su título de baby sitter, de sus incursiones en negocios en internet como las encuestas y los clicks pagos, mientras que de mí le conté de mis estudios de programador para dispositivos incandescentes multinivel, al que había accedido hacía pocos meses gracias a una beca del instituto Richie Goldfinger de préstamos y becas al consumo local.

Su sonrisa fue una constante en nuestra primera cita, me inspiraba confianza, además de deseos de acercarme un poco más a sus perfectas mejillas con unos toquecitos de rush, que la hacían lucir sus 21 años a pleno. Un momento más tarde estábamos dentro de un taxi en dirección a mi apartamento, ni falta hace mencionar que el viaje se nos hizo eterno, sus labios remitían directamente a la diosa Afrodita mientras su cintura me hacía olvidar que aún faltaban un par de cuadras para llegar a destino. Luego, al decir de Sabina, …y nos dieron las diez y las once, las doce y la una …, quedamos abrazados en un momento mágico que nunca olvidaré, su cabello despeinado le daba un aspecto tan adorable, cuando puso un gesto de haber recordado algo importante, y fue cuando escuché: «ah, olvidé decirte que en la noche hago la calle.»

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s